Dicen que no existe la persona perfecta. Yo no lo creia, para mi tu eres perfecto Joseph
Pero entonces lei en alguna parte que "El amor no es encontrar a la persona perfecta, sino ver de manera perfecta a alguien imperfecto"; y eso es lo que me sucede contigo.. Amo cada imperfeccion tuya, tanto que se ven perfectas a mis ojos y no puedo diferenciarlas. Tus pelos alborotados, tu sonrisa, tu risa, tus ojos, tu mirada, tu voz.. como alguien podria considerar alguna de esas cosas un defecto? Tal vez alguien lo haga, pero yo no, solo por el hecho de que te amo tal y como eres y no quiero que cambies jamas.
Te amo Joseph Adam Jonas Miller

lunes, 16 de agosto de 2010

El Precio de un Error
Tomé su foto entre mis manos y una lagrima rodó por mi mejilla hasta caer sobre su precioso rostro. ¿Cómo pude haberla perdido de ese modo? Cada una de sus palabras retumbaba en mi mente; todo lo dicho desde el momento en que nos conocimos. Me había entregado mas amor del que merecía y ahora era demasiado tarde, se había ido a un lugar del que no volvería.
-Joseph, debemos irnos- mi hermano ingresó en la habitación con un traje negro y me tomó del hombro, reconfortándome –Debes ser fuerte- musitó.
-No puedo Nicholas. Todo esto es mi culpa y nadie, jamás, podría negarlo…- susurré y tal como esperaba, el no pudo contestar a aquello.
-Te esperaré abajo- indicó luego de un rato y salió de la habitación. Coloqué la foto nuevamente sobre mi mesa de noche y finalmente me di la vuelta y salí apagando la luz a mis espaldas.
“Te amo mas que a nada en la vida ¿lo sabes?”; su voz resonó en mi mente una vez mas y me inundó una oleada de profundo dolor. Claro que lo sabía; ahora si, y era demasiado tarde.
Mis ojos me escocían y reparé en que estaba mirando sin ver por la ventanilla, sin parpadear y con el rostro totalmente inexpresivo. Parpadeé repetidamente pero no me moví ni aparté la vista.
“No me faltes nunca, por favor. Mi vida ya no tendría sentido si te vas” y la mía tampoco Cielo, ahora lo sé.
-Llegamos- anunció mi madre y asentí levemente. Esperé a que los demás bajaran e inspiré profundamente.
Caminé casi inconscientemente al interior de aquel lugar. Sabía que cada persona en aquel lugar me observaba y murmuraba a mis espaldas pero no podía culparlos, el único culpable aquí era yo…
“-No se como decirte esto…- musité nerviosamente.
-¿Vas a dejarme?- inquirió sin expresión alguna en su rostro.
-No, solo... necesito algún tiempo para pensar, acomodar mis prioridades…-
-Vas a dejarme- asintió con tristeza y suspiró. Supuse que gritaría, lloraría, suplicaría o incluso me golpearía, pero esto era incluso peor, parecía no importarle en absoluto y algo en mi interior se arrepintió de lo que había dicho. -¿Puedo preguntar el por qué?- inquirió entonces -¿Hay otra? ¿o acaso ya no me amas?-.
-No hay nadie mas pero… estoy confundido- admití –Solo dame algún tiempo.-
Sin decir nada, se volteó y se alejó sin volver la vista atrás ni una vez.”

Me acerqué con piernas temblorosas y entonces la ví allí, su rostro pálido pero no menos hermoso, desprovisto de vida y de color, sus ojos cerrados en un descanso eterno dentro de aquel cajón. La ví allí, con su vestido favorito perfectamente acomodado, y mi mundo se desmoronó. Mas que cuando ingresé en el cuarto y la hallé cubierta de sangre. Mas que cuando los médicos dijeron que no había nada que pudieran hacer por ella ya. Ella se había ido para siempre. Se había ido y no podría volver.
Sentí mis piernas débiles y caí de rodillas. Enterré mi rostro en mis manos, mientras fuertes espasmos me sacudían e intentaba calmarme en vano.
-Joseph, por favor, levántate. Será mejor que salgas de aquí- susurró alguien en mi oído y me ayudó a levantarme.
Me deje guiar como un zombie y pronto estaba sentado bajo la sombra de un árbol, acompañado de mi hermano mayor.
-Se lo que piensas, pero no es tu culpa Joseph- intentó consolarme Kevin.
-Claro que es mi culpa, todos aquí lo saben- casi grité, dejando entrever parte de la rabia que sentía hacia mi mismo –Jamás debí dejarla…-.
-Tu no sabias, no podrías haberlo sabido-
-¿Qué se suicidaría? Claro que no lo sabía! Pero eso no me hace menos culpable- nada podía aplacar mi dolor –Por un tonto capricho mío perdí a la única mujer que realmente amé, pero me di cuenta demasiado tarde y ahora ya no volverá ¿Sabes? Se ha ido para siempre- que acertada era esa frase alguna vez dicha: Nunca sabes lo que tienes…
-Lo siento hermano. Veo que nada que pueda decir o hacer te hará sentir mejor- se lamentó.
-Nadie puede ayudarme- concordé –Así que, por favor, déjame solo- pedí y sin decir nada, se alejó.
El sol brillaba en lo alto y me sentí totalmente desorientado y fuera de lugar; impotente. No había sombras en las que ocultarse, en las que refugiarse de aquel dolor. Dirigí una ultima mirada a aquel lugar y decidí que no podría soportar volver a entrar allí. Sin que nadie me viera me alejé de allí.
Merodeé por las calles, recorriendo cada rincón que habíamos compartido juntos; la gente no me miraba dos veces al pasar por su lado, mi rostro lo decía todo. Llegué a mi casa y me encerré en mi cuarto. Me contemplé en el espejo pero el rostro que me observaba al otro lado no era el mío: aquel rostro demacrado y transfigurado de dolor no era el mío. Debía ponerle un fin a esto. No escribiría una nota, no me despediría; no tenia las fuerzas necesarias. Ellos lo entenderían. O no. Pero sabrían mis razones.
-Si pudieras perdonarme Cielo, me gustaría pasar el resto de la eternidad contigo… de lo contrario, que me consuman las llamas del infierno, pues no puedo vivir en un mundo en que ya no estas. Te amo Cielo, ahora y siempre- murmuré aquellas palabras y todo acabó.
Ni siquiera sentí el filo del frío metal atravesando mi piel; el dolor que me rasgaba desde dentro era aun peor que la peor de las torturas. Ví correr la sangre sin interrupción y lentamente me fui desvaneciendo, fui absorbido por la mas impenetrable oscuridad… Pero en medio de la oscuridad surgió una luz, su luz, y supe que me había perdonado y que estaríamos juntos, el resto de la eternidad.

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